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Condenados por tener una discapacidad

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En 20minutos tenemos una sección que merece la pena seguir de cerca si os interesa el arte. Se lama Artrend  y el 99% de los contenidos son propios, elaborados con mimo y muy buen ojo por mis compañeros blogueros  Helena y Anxel @HelenaAnxel.

Hoy han publicado un tema muy duro. Tan duro que se me han saltado las lágrimas. Es un tema que afectará a cualquiera con una mínima sensibilidad, pero es muy probable que les duela de un modo más personal a aquellos que amemos a una persona con algún tipo de discapacidad intelectual o a un enfermo mental.

Cuentan que el fotoperiodista Robin Hammond ha ganado un prestigioso premio por su libro de fotografías Condemned. Mental Health in African Countries in Crisis (Condenados. Salud mental en países africanos en crisis) que “muestra las condiciones de extremo olvido y maltrato de las personas consideradas locas por sus comunidades”.

Os dejo un pequeño fragmento de la noticia que va acompañada de una fotogalería imprescindible y terrible.

Desde hace diez años, Ahmed Adan Ahmed, que ahora tiene 13, vive atado a un poste de madera en una tienda del campamento de las Naciones Unidas para desplazados de Galkayo (Somalia), una zona con más de un millón de refugiados escapados de los conflictos bélicos, tribales y religiosos de los países limítrofes.

Ahmed sufre una enfermedad mental que ningún médico ha diagnosticado porque el chico nunca ha podido acceder a asistencia. Su madre, Fawzia, lo mantiene atado y encerrrado ya que de otro modo cree que se escaparía.

“En doce años de ejercicio del fotoperiodismo, nunca me había encontrado con una agresión tan brutal a la dignidad humana”, dice el reportero neozelandés. “Algunas de las personas que he retratado sufrieron traumas severos que provocaron enfermedades; otros nacieron con discapacidades mentales congénitas. Sea cual sea el caso, en países donde las infraestructuras no existen o han sido destruidas y donde los enfermos mentales no tienen acceso a atención, el tratamiento es siempre el mismo: vivir encadenados”.

La situación de las personas con algún tipo de discapacidad en países afectados por conflictos como el hambre, la guerra la falta masiva de infraestructuras… es algo que me preocupa desde hace tiempo. Soy consciente del infierno que viven todas esas personas. También soy consciente de los miles de niños que no llegan a convertirse en adultos.

Un amigo que viaja mucho por África me decía que nunca había visto allí a una persona con síndrome de Down. ¿Nacen? Por supuesto. ¿Sobreviven? Difícilmente.

¿Qué pasa con ellos y con los niños que nacen con discapacidades visibles? Muchos mueren por causas naturales a veces consecuencia de su condición, por falta de atención, otros directamente son ‘descartados’ con más o menos amabilidad. Y sé que no se puede juzgar a una madre que ve cómo hijos sanos mueren de hambre por deshacerse de un hijo que nace con problemas. Hay que verse en esa tesitura. Aunque lo realmente terrible es que haya tantas madres viéndose en esa tesitura en tantos países.

Luego están los niños cuya discapacidad no es visible hasta que no cumplen dos o tres años o los que nacen sanos pero por alguna enfermedad o accidente acaban teniendo una discapacidad. Muchos de esos son estos encadenados de Robin Hammond. No todos, tampoco vamos a engañarnos. No todos llegan a cumplir muchos años. Y no sé qué es mejor, la verdad.

Por último algo de lo que he hablado con algunas personas en confianza (Amalia Arce entre ellas, cuando nos vimos hace dos semanas).  Hace unos pocos años conocí a un niño que había tenido graves problemas de salud siendo bebé que la impidieron nutrirse bien. Le operaron a vida o muerte siendo muy pequeño, pero alcanzó un estado de desnutrición severo que le afectará toda su vida. Ese niño tendrá una discapacidad que le hará dependiente de por vida. Desde que le conocí no puedo evitar pensar en todos esos niños que se salva in extremis de la muerte por falta de alimento. Sí, les salvan. ¿Y luego qué? ¿Cuántos de ellos quedan afectados para siempre por la desnutrición que padecieron mientras su cerebro se estaba formando? ¿Se hace algún seguimiento posterior de esos niños? ¿Se les intenta ayudar de alguna manera si efectivamente ha sido así?. He intentado debatir con algunas personas vinculadas a ONGs sin demasiado éxito, la verdad. Se les salva porque no puedes dejar morir a un niño de hambre si está en tu mano evitarlo, pero lo que venga después tiene como respuesta muchos encogimientos de hombros, muchos silencios de “es lo que hay”, algún “algo intentamos hacer, pero es muy difícil, no hay medios”.

En días como hoy siento que vivo en un mundo con más sombras que luces. A ver si sale un poco el sol de una puñetera vez, que ya va siendo siglo.
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